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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
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ISBN: 9789876101066
Editorial: Dos editores
Hacia el siglo I a.C., la región de Galilea fue anexionada a Israel debido a sus tierras fértiles y su clima subtropical. Galilea está situada al norte de Palestina y en su parte montañosa se encuentran una serie de ciudades pequeñas; una de ellas es Nazaret.
El Antiguo Testamento le otorgaba a la ciudad capital, Jerusalén, cualidades sacras, debido a que llamaba a los judíos a poblar la Tierra Prometida, la Tierra de Canaán. Así fue como hacia el año 1200 a.C. el pueblo hebreo, guiado por Dios, ocupó esas tierras.
Para los cristianos, Jerusalén es donde vivió, predicó, murió y resucitó Jesús. También se convirtió en un símbolo reafirmado a través de los siglos por miles de peregrinos que han acudido y acuden hoy en día a visitarla.
Si bien la prédica de Jesús y su muerte abren paso al surgimiento del catolicismo, Jesús profesaba la religión judía. Esta se basa en la incondicional adhesión a la Torá, la ley, la expresión de la voluntad divina.
La concepción del niño, según la Biblia en el Evangelio de Mateo, fue obra del Espíritu Santo. María, mujer virgen, casada con José, descendiente del rey David, concibe a un niño que iba a llamarse Jesús.
Los Evangelios son los documentos que están a nuestro alcance para conocer el proceso por el cual Jesús fue detenido y crucificado. Debemos tomar estos textos como fuentes que parcializan la verdad, ya que silencian datos y narran la historia desde una visión especial.
José, quien estaba casado legalmente con María pero con la cual nunca había convivido, acepta a María embarazada y pasa a ser el padre legal y no biológico de Jesús.
Los testimonios hablan pestes de Nazaret, considerándolo un lugar de mala fama. Parecería existir una intención fuerte en que ese niño, considerado el futuro Mesías, no naciera en Nazaret sino en Belén. Esto no podemos probarlo, pero no está de más tener en cuenta esa posibilidad.
El 25 de diciembre fue tomado por la Iglesia Católica como el día simbólico del nacimiento de Jesús, pero se afirma que no puede tomarse como fecha del natalicio.
La adopción de este día se debe a la relación con una fiesta no cristiana: la fiesta romana del Sol Invictus, que se relacionaba con el dios de la luz, Mitra o Mitras.
El 25 de diciembre se festejaba la victoria de este dios sobre las tinieblas, la oscuridad. De esta forma, se vinculaba a la figura del Sol y de la luz, junto con la justicia que representaba este Mesías.
Algunos estudiosos plantean que, luego del nacimiento de Jesús, la familia migró hacia Egipto, perseguida. Pero los Evangelios afirman en forma determinante que Jesús se crio enteramente en Nazaret, donde vivió hasta los treinta años aproximadamente, motivo por el cual se establece que su “patria” era allí.
La afirmación de que Jesús tuvo hermanos es correcta, pero aún hoy se discute qué significaba el término “hermanos” para ese entonces. Quizás eran primos, o hermanastros.
Si María hubiese tenido más hijos, hubiera perdido su condición de virgen. Por su parte, José era un hombre viudo cuando se unió legalmente a María, y ya tenía seis hijos.
Sin lugar a dudas, Jesús era un niño especial que se veía atraído por un conocimiento profundo de la Ley de Dios, mostrando gran capacidad en el aprendizaje de diversas lenguas. Si bien su lengua materna era el arameo, también aprendió el hebreo, necesario para recitar diversas oraciones.
José era carpintero y legó el oficio a sus hijos. Continuaron el negocio familiar no solo Jesús sino también sus hermanos, quienes siguieron trabajando en el taller cuando Jesús partió de Nazaret para iniciar su camino como predicador. Además, Jesús conocía el arte de trabajar la piedra y el hierro.
Luego de un episodio particular en la vida de Jesús a los doce años de edad, no se vuelve a nombrar a José, hecho por el cual se puede sostener que José falleció antes de que Jesús comenzara su misión.
La vida privada de Jesús hasta cumplir treinta años ha quedado simplificada por el Nuevo Testamento, que dice que se desarrolló sin sobresaltos. Un destacado arqueólogo de la India, el profesor Hassnain, basándose en unos manuscritos de la ciudad de Leh, sostiene que Jesús, durante ese período de tiempo donde no hay información, estuvo en la India.
Resultaría revolucionario comprobar que Jesús vivió gran parte de su vida en otros lugares fuera de Palestina y que inició parte de su prédica en la India, pero aún no podemos establecer esto como cierto, y queda la incógnita latente.
Muchos estudiosos relacionan a Jesús y su formación religiosa e intelectual, con un grupo judío llamado esenio. Esto se debe a que muchos principios supuestamente defendidos por esta secta judía fundaron luego las bases sobre las que Jesús predicó.
La etapa “oculta” de la vida de Jesús finaliza cuando reaparece en los Evangelios, siendo bautizado por Juan en el río Jordán. A partir de este hecho comienza a predicar en Palestina y se inicia fuertemente en la actividad pública.
La actividad pública de Jesús comenzó en compañía de Juan el Bautista, quien operó en su vida como un maestro y guía. Lo inició en el camino de la enseñanza y la predicación.
Había una diferencia entre las concepciones de Juan y de Jesús: el primero buscaba que estuvieran preparados para cuando llegase el juicio de Dios, mientras que el segundo sostenía que el Reino de Dios ya había llegado y formaba parte de ese presente.
Cuando Juan fue encarcelado por el rey Antipas debido a que las actividades que desarrollaba eran consideradas “peligrosas” para el gobierno, Jesús se trasladó a Galilea. Allí comenzó a predicar y enseñar sus ideales, y su obra comenzó a ganar adhesión popular.
El número de apóstoles escogidos para conformar el grupo selecto de Jesús no fue casual, sino que representaba el número de tribus del pueblo judío: desde el momento en que el pueblo hebreo se dirigió a la región de Palestina, se asentó y formó doce tribus.
Este grupo de los doce tenía como función curar y asistir a enfermos, y llevar el mensaje de Jesús, es decir, la palabra sobre la conversión y la llegada del Reino de Dios. Después de la muerte de Jesús, el grupo se separó y solo algunos difundieron el cristianismo por todo el Imperio Romano y lograron que se constituyera en una religión.
Además, había un grupo de mujeres que acompañaban a Jesús y a los otros fieles. Se ha planteado que Jesús mantuvo relaciones amorosas con alguna de ellas, aunque otros han defendido el celibato de Jesús.
Sin prejuicios ni condicionamientos de tipo social, Jesús proclamaba la igualdad sin distinción de sexos. Las mujeres y el apóstol Juan fueron los únicos que estuvieron al lado de Jesús en su juicio y crucifixión.
Posturas actuales han sostenido que la importancia real de María Magdalena ha sido callada por mucho tiempo por la Iglesia, planteando que la autoría del Cuarto Evangelio, que tradicionalmente le ha sido adjudicado a Juan, en realidad le pertenecería a María Magdalena.
Los cuatro Evangelios relatan en total veintisiete milagros, que van desde curaciones de enfermedades hasta resurrecciones. Estas historias representan los hechos más sorprendentes e inexplicables.
No sólo Jesús poseía esta capacidad, sino que también sus discípulos obtuvieron ese don. Podemos comprender los milagros como hechos puramente inexplicables o como ejemplos de la fuerza de Dios, eso está en cada persona y en la fe que tenga.
Algunos de los milagros son:
La prédica de Jesús giraba en torno a un mensaje concreto. El “Reino de Dios” había llegado y todos estaban invitados a ser parte de él. Esa salvación era ofrecida a pobres y ricos, a mujeres y hombres, a adultos y niños, a quienes realizaran tareas consideradas inmorales, así como también a aquellos que nada tuviesen. Esto fue revolucionario.
Jesús daba esperanzas a todos los que creyeran en él. Esto fue visto como peligroso para aquellos que detentaban el poder. El perdón formaba parte de este corpus de valores que defendía.
Con su mano extendida, ofrecía el perdón a todas las personas que lo desearan verdaderamente. En la Antigüedad, determinadas actividades eran consideradas inmorales, “pecadoras”: cobradores de impuestos, gobernadores de provincias, prostitutas, entre otras. Jesús no se negaba a sentarse a la mesa con estas personas.
La idea novedosa que desarrolló Jesús fue la de la prédica basada en el amor. Poner la otra mejilla significaba no reaccionar ante el agresor, contradiciendo a las normativas de la Antigüedad.
El dinero era considerado por Jesús como un obstáculo para la salvación cuando estaba mal dirigido, es decir, cuando la persona hacía primar su riqueza material por sobre la espiritual.
Muchas veces se ha dicho que “La última cena” representa la cena de las Pascuas judías. Este es un error, ya que la cena pascual se realiza un día antes del Sabbath y dicha comida tuvo lugar un jueves, horas antes de que Jesús fuera crucificado.
Según los Evangelios, la realidad fue que Judas entregó a Jesús, y este fue sometido a juicio, condenado, crucificado y muerto en Jerusalén. Jesús había dicho en la última cena que un discípulo lo iba a traicionar.
También podríamos suponer que Jesús pidió a Judas que fuera él quien lo entregara. Esto no niega los atributos de Jesús como Mesías, pero logra quitarle al apóstol la dura condena que se ha realizado sobre él.
Las autoridades judías veían en Jesús un promotor de conflictos. Los textos canónicos sostienen que no todos los milagros realizados por Jesús y sus discípulos habían logrado cambiar a la gente dura de corazón. Al momento de defender a este Mesías, el pueblo de Jerusalén lo rechazó y denigró, insultándolo y mofándose de él.
Finalizadas las torturas, los soldados cubrieron el cuerpo de Jesús, herido y en “carne viva”, con sus propias ropas. Aquí comenzó el via crucis, es decir, el “camino hacia la cruz”. Siguiendo una costumbre romana, cada sentenciado a morir crucificado debía cargar su propia cruz, como un último padecimiento.
Los Evangelios relatan que José de Arimatea, miembro respetado de Jerusalén y fiel seguidor secreto de Jesús, se encargó de la sepultura de su cuerpo.
Dadas las prohibiciones establecidas durante el Sabbath por la religión judía, los familiares y seguidores de Jesús no pudieron acudir al sepulcro para realizar los ritos funerarios hasta el día domingo.
El sepulcro estaba vacío cuando María Magdalena fue a verlo, pero pese a las múltiples hipótesis al respecto, la incógnita se mantuvo latente hasta que comenzaron a sucederse las diversas apariciones de Jesús frente a sus seguidores.
La posibilidad de que Jesús no estuviera muerto no se tomó en cuenta por mucho tiempo, considerando que la muerte de Jesús era vital para el nacimiento del cristianismo.
Los Evangelios, aun con sus importantes diferencias, afirman que Jesús había resucitado.
Los únicos documentos que narran estos hechos son los textos cristianos, enumerando doce apariciones, desde el día en que desapareció su cuerpo hasta más de un mes después de su muerte.
La resurrección y las apariciones de Jesús luego de haber estado en la cruz han sido consideradas falsas por quienes sostienen que no murió allí en la cruz, que nunca resucitó y, por ende, las apariciones fueron reales encuentros entre él y sus discípulos.
Ofrecer una respuesta concluyente es una meta difícil de alcanzar. Creer en una u otra explicación es una cuestión personal, donde las concepciones religiosas de cada uno son condicionantes.
Este libro es de lectura obligatoria para quienes se interesan en la cultura general. Te acercará a la vida íntima y pública de Jesús de una manera clara y sumamente interesante.
El microlibro basado en “Conversaciones con Dios”, de Neale Donald Walsch, cuenta la experiencia del autor y un acto divino: conversar con Dios. A través de su mano, el Señor escribe pensamientos y responde preguntas que desmitifican varias cuestiones impuestas por la Iglesia a lo largo de los siglos.
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